lunes, 13 de julio de 2009

LAS LEYES DE LA NATURALEZA.

Estimados/as:
Ante todo, y como presentación formal en este ciclo de debate, reflexión y crítica, doy mi profundo agradecimiento por ser tenido en cuenta en lo que será sin dudas, un espacio distinguido no sólo por sus fines morales y políticos, sino además por los medios que podremos emplear. El poder llevarlo a cabo en un ámbito de tolerancia y escucha (más bien, lectura comprensiva y flexible a las opiniones ajenas, en donde seguramente existirán acuerdos y desacuerdos por igual), es para mí un privilegio del que quiero hacer uso. Admito sin embargo que, esto es sólo el comienzo para emularlo en otras esferas de nuestras respectivas realidades.
Gracias por la iniciativa, me tomaré el atrevimiento de transmitirlo al anfitrión del grupo para que sean reenviadas mis sucesivas participaciones, y para recibir las de los restantes integrantes como mecanismo de comunicación.
Nuevamente, gracias.
ARIEL CRESPO.
LAS LEYES DE LA NATURALEZA.
DE LA NATURALEZA HUMANA(HOBBES, EL LEVIATHAN)
No puedo dejar de admitir que a medida que iba leyendo toda la contextualización sobre la sensación de impotencia, bronca e inseguridad que se dan en el marco de una sociedad conflictiva, venía a mi mente algo que todos en común leímos alguna vez: (adelantado en el título a esta pequeña opinión), “Las leyes de la Naturaleza” en donde Hobbes –independientemente de lo que posteriormente justificará a partir de esta teoría (cosa que no discuto ni adhiero, por no ser materia de esta discusión)- habla sobre la naturaleza humana.
Me remití automáticamente a la obra para tomar sus palabras, y encuentro semejanzas entre la definición de sociedad conflictiva y el estado de naturaleza de los hombres, que si bien es una categoría imaginaria que nunca sucedió, presenta grandes rasgos de lo que en persona veo en mi entorno y desarman ese mito (palabra a la que adhiero fervorosamente) del bienestar histórico de la Humanidad. Me tomo la libertad de trascribirlo:
“En semejante guerra nada es injusto. En esta guerra de todos contra todos, se da una consecuencia: que nada puede ser injusto. Las nociones de derecho e ilegalidad, justicia e injusticia están fuera de lugar. […]. En la guerra, la fuerza y el fraude son las dos virtudes cardinales. Justicia e injusticia […] Son, aquéllas, cualidades que se refieren al hombre en sociedad, no en estado solitario. Es natural también que en dicha condición no existan propiedad ni dominio, ni distinción entre tuyo y mío; sólo pertenece a cada uno lo que pueda tomar, y sólo en tanto que puede conservarlo. Todo ello puede afirmarse de esa miserable condición en que el hombre se encuentra por obra de la simple naturaleza, si bien tiene una cierta posibilidad de superar ese estado, en parte por sus pasiones, en parte por su razón.Pasiones que inclinan a los hombres a la paz. Las pasiones que inclinan a los hombres a la paz son el temor a la muerte, el deseo de las cosas que son necesarias para una vida confortable, y la esperanza de obtenerlas por medio del trabajo. La razón sugiere adecuadas normas de paz, a las cuales pueden llegar los hombres por mutuo consenso. Estas normas son las que, por otra parte, se llaman leyes de naturaleza” (Hobbes, El Leviathan; CAPITULO XIII: DE LA "CONDICIÓN NATURAL" DEL GÉNERO RUMANO, EN LO QUE CONCIERNE A SU FELICIDAD Y A SU MISERIA)
Habiendo releído después de mucho tiempo esto, recordé porque aun hoy creo en ese estado miserable del alma humana. Claro está que no acuso a nadie de ser miserable o ruín. Pero creo que naturalmente la esencia del hombre lleva en este sistema a una corrupción si no se propende al respeto de esas “leyes de la naturaleza” a las que refiere dicho autor. Más no sea por temor, por conservación de la vida y las riquezas propias –las más básicas de las respuestas instintivas de cada persona-, es necesario entender que la Justicia y la Igualdad sólo se dan en sociedad, y no como individuo indefenso y maleable en un estado de soledad y guerra. Es el “vivir razonablemente” del capítulo “Las Reglas del juego” y donde lo ideal sería convertir aquel miedo en acción ciudadana, en un debate como comienzo de resoluciones concretas.
No recordar estas reglas básicas del juego, implica “incomodidades de una guerra semejante. Por consiguiente, todo aquello que es consustancial a un tiempo de guerra, durante el cual cada hombre es enemigo de los demás, es natural también en el tiempo en que los hombres viven sin otra seguridad que la que su propia fuerza y su propia invención pueden proporcionarles. En una situación semejante no existe oportunidad para la industria, ya que su fruto es incierto; por consiguiente no hay cultivo de la tierra, ni navegación, ni uso de los artículos que pueden ser importados por mar, ni construcciones confortables, ni instrumentos para mover y remover las cosas que requieren mucha fuerza, ni conocimiento de la faz de la tierra, ni cómputo del tiempo, ni artes, ni letras, ni sociedad; y lo que es peor de todo, existe continuo temor y peligro de muerte violenta; y la vida del hombre es solitaria, pobre, tosca, embrutecida y breve”. (Hobbes)
Naturalmente insisto en decir que esto no tiene que justificar una aberración, un totalitarismo o la opresión de los más por los menos. Todo lo contrario, tiene que ser el empuje a la acción de virtuosos y creativos, de solidarios y patriotas. Sobre los mecanismos de control para evitar los mencionados “abusos de poder” a los que se hace en el texto fundador, será cuestión de otro debate más amplio. Me conformo con hacer referencias a estas reglas iniciales del juego.
No quisiera terminar sin mostrar mi discrepancia respecto a la frase de Robert Merton, “la sociedad estimula en nosotros deseos y ambiciones desde chicos pero, luego, nos impide acceder a los instrumentos para realizarlos”. Creo sin lugar a dudas en que la especie humana es perfectible hasta el infinito, a puntos que quizás no podamos concebir. Pero en ese camino de perfectibilidad no es naturalmente usual –más allá de las ventajas económicas, sociales, etc con las que cada uno nace- que exista una cooperación, y hasta tanto no exista ese “espíritu igualitario”, es el mismo hombre que responsable de sus actos, omisiones y decisiones, quien se ha de hacer de aquellos instrumentos para realizar nuestras ambiciones y deseos, aun cuando el sistema no las provea. Tomo como referentes a grandes héroes, públicos o ignotos, que lucharon contra las más perversas de las oposiciones, y que son de nuestro conocimiento…incluso entre nuestras propias familias, amigos y colegas.
Saludos cordiales.A. C

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